Oscuras Reflexiones: ¿Qué haría la humanidad si viniera El Mesías?


Si Jesucristo viniera, como prometió, lo primero que haría la gente sería calificarlo de impostor, curandero y majara. La misma iglesia sería quien acabaría censurándolo. La prensa terminaría desmintiéndolo y ridiculizándolo, hasta el punto de criminalizarlo. De esta manera sería acusado de desórdenes públicos y de farsante.
El escándalo transcendería en los medios de comunicación y la policía sería la encargada de acabar con aquella farsa, por lo que fue perseguido. Cristo rodeado de agentes, indefenso es detenido y pacíficamente lo conducen a prisión, donde es ingresado en una celda, sin juicio.
De forma milagrosa, a la mañana siguiente, de la celda ha desaparecido. Los policías no lo entienden. Algunos empiezan a creer en él. La noticia no debe de hacerse pública, argumenta el comisario, pero de nada sirve porque Jesús en un parque ha curado a un niño parapléjico y la multitud se apiña alrededor y lo ovaciona.
Una patrulla ante el gentío se acerca a ver qué pasa. Jesús abre las manos y todos ven como se desintegra en el momento que iba a ser detenido. Ya desde entonces nadie podrá pararlo. La policía empieza a dispararle, pero como Superman, las balas le traspasan y ni se entera. El incidente es recogido en las cámaras de los testigos, que graban el milagro y lo cuelgan en las redes. Jesús ya no es hombre, es espíritu, es voluntad. Todos pueden verlo traslúcido, pero no palparlo.
Ya nada puede parar la ola. Jesús aparece materializado en el Vaticano. La Guardia Suiza le corta el paso, pero él avanza y los traspasa para buscar al Papa, y denunciar los abusos que en su nombre hizo la Iglesia. La policía intenta pararlo, pero su ser lo atraviesa todo. El Papa delante de él, entiende que es Cristo reencarnado y se arrodilla a sus pies, pidiendo perdón. Jesús dice, “no llevarás en mi nombre el sometimiento del hombre, pues soy la libertad, el amor, la luz y el camino”.
No habrá más templos para glorificarme. Cada cual se glorifique, pues todos somos hijos de Dios, es decir, todos somos dioses. Todos se arrodillaron. Desde ese día no hubo más iglesia. Un hombre de carne no podía representar Dios. “Podéis id en paz”, fue su última palabra.