Se cumple ya un año de la funesta guerra entre Rusia y Ucrania. Algo que en cierta forma despierta el aliento de aquella guerra fría, enfrentada por dos grandes bloques, el capitalista y el comunista, como ya sabrán.
Y que despierta el aire cobarde de la potencia americana, que tan sólo recurre a la artimaña de mandar al conflicto a sus aliados peleles, que como Santa Claus, regala material bélico de combate, en lugar de iniciar un diálogo para poner freno a la contienda.
Una guerra, que parece no tener fin, diseñada para disparar los precios del petróleo y asfixiar así, la economía mundial.
Pero seamos positivos y que se produzcan tentativas de diálogo, por parte de una Unión Europea asfixiada por la carencia de gas. Y ante ese oscuro futuro de Kiev, la capital de Ucrania, atisbo como solución dividir Kiev por un muro, como en su día le tocó Berlín en la Segunda Guerra Mundial. ¿Estaremos ante una futura Berlín?
Pero la verdad es que el problema es que nadie está dispuesto a renunciar a lo conquistado y así el conflicto se eternizará.
