El cola del recreo tiene miedo que llegue la hora de descanso. Teme que en la multitud del patio aparezca ese chico bullying que no puede permitir que sea diferente a los demás niños de su edad. El cola del recreo mira la hora y le pide a Dios que ese día la clase dure hasta las 13:30 y pueda irse a su casa. Suena el maldito timbre y todos los niños salen corriendo a jugar a la pelota y no queda de otra que salir.
Como si el chico bullying tuviese un sensor de niños diferentes, encuentra al cola del recreo, le toma la mano y se la aprieta hasta causarle todo el dolor posible. El cola del recreo se paraliza, tiene miedo, promete que esa misma tarde le dirá a su mamá, pero en el fondo sabe que no será capaz. El chico bullying se ríe del dolor ajeno, es como si gozara lastimando al chico más indefenso de la escuela, como si ninguna otra cosa en el mundo calmara la rabia que siente cada día al despertarse.
Pero como una luz de esperanza aparece el chico ángel, ese alumno de dos cursos más arriba, que sin que se lo pidieran empuja al chico bullying y le dice que se vaya a molestar a otro lado. El cola del recreo tiritando aún y con la voz temblorosa le dice que gracias. El chico ángel y el cola del recreo se van a otra parte del patio y juegan todo el resto del recreo. Juegan a que son unos peligrosos piratas, juegan a la búsqueda del tesoro, juegan a arrancar de las momias de la pirámide escondida y cuando estaban a punto de escapar de los zombies come cerebros, suena el timbre para volver a clases.
El cola del recreo no quiere volver a clases, quiere quedarse con su nuevo amigo, quiere que ese instante dure para siempre. Pero el chico ángel lo queda mirando y antes de irse le dice:
– Mañana en el primer recreo nos juntamos aquí mismo y matamos a esos malditos zombies. El cola del recreo no puede hacer más que sonreír.
En la clase de lenguaje, aunque es su favorita, ya no se puede concentrar y lo único que piensa es en lo bien que lo pasará mañana con su nuevo amigo. Y aunque con el tiempo nunca volvió a verlo, le escribe esta historia para agradecerle por ser una luz en esa época tan oscura de los recreos.
Rodrigo Brevis Marqués
@ro_brevis
