El Oso Oscuro

Porno

Sonó el timbre y Andrés se apresuró a la entrada. Gonzalo estaba afuera, apoyado de una mano al marco de la puerta, parecía molesto, cuando estaba caliente. Andrés Estiró su mano y lo agarró del cuello de la polera, jalándolo con poco esfuerzo al interior. Gonzalo cayó al departamento de Andrés como carne cae a las brazas.

Adentro, Gonzalo cerró la puerta y empujó a Andrés contra la pared, golpeándose en la nuca con la caja de fusibles que su amante desconocía. Lo ignora, acaba de entrar un hombre de 1,75 m., 95 kilos, barba abundante y larga, labios ansiosos, mirada penetrante, brazos anchos y fuertes que lo sujetaban contra su voluntad. Gonzalo lo besa con hambre y desesperación, su lengua recorre con deseo cada cavidad en su boca. Andrés le responde con la misma intensidad, resoplando fuerte por su nariz, poniendo duro su pecho, empujando su cadera contra la de Gonzalo, recorriéndolo con sus manos, apretando su carne y sobando su entrepierna con fuerza.  De pronto Andrés se separa de Gonzalo y sin darle la espalda, se dirige a la pieza.

El reloj marcó las 5 am. Andrés lo esperaba recién duchado, con una musculosa y un boxer a cuadros que usa de pijama. En la oscuridad de su cuarto, y antes de que Gonzalo entrara, se liberó de las prendas con toda facilidad, como si se deslizaran con voluntad propia por su peludo cuerpo, y se recostó en la cama. La luz de la luna se colaba por la ventana y al iluminarlo en contraste parecía hecho de ébano. Su verga estaba erecta, se la apretaba con una mano, el glande brillaba, y con la otra se agarraba el pecho. Estaba caliente y necesitaba de Gonzalo. Él lo miraba mientras se quitaba la ropa y sentía como la sangre le llenaba más el pene. Lo recorrió completo, como un leopardo que ve su presa en la noche: estaba cubierto de pelo, en algunas áreas con menos densidad que en otras. Piernas gruesas como durmientes de madera, muslos carnosos; panza firme y erguida, con las contracciones de su cuerpo; pecho grande y abultado bajo su mentón, como almohadas, tetillas marrones y amplias; brazos tan hinchados que a la distancia se ven cortos, hombros circulares y encajados en sus bíceps; cuello grueso como columna de mármol, labios carnosos, barba frondosa y el cabello como petróleo manchado con plata; mordía sus labios, levantaba su verga y cadera.

Gonzalo quedó desnudo y ambos se miraron como si fuesen los únicos en una tierra desolada. Le apretó la cara desde las mejillas, abrió su boca, y dejó caer lentamente saliva. Andrés la recibió con la lengua afuera y se saboreaba mientras su amante se subía a la cama, acercándose de rodillas, para alimentarlo con su verga. Abrió sus labios y dejó que su amante metiera su pene erecto, duro y mojado entre ellos. La lengua de Andrés bailaba acompañado de los 17 centímetros de carne férrea, su baba se mezclaba con el líquido que salía por el glande directo a sus amígdalas. Se ahogaba, hacía arcadas, lloraba y se la volvía a devorar, eufórico, tratando de que cada vez le llegara más adentro. Gonzalo se bajó de la cama, tomó al oso por los hombros, lo atrajo hacia él dejando que su cabeza colgara por la cama y lo penetró suavemente hasta que sintió el golpe con su faringe, retiró su verga cubierta por espuma de saliva y la volvió a introducir. Sostuvo con sus manos la nuca de Andrés y atacó su boca con mayor velocidad. El oso gemía entre sonidos de ahogo. Gonzalo tomó el pene de Andrés y lo masturbó llevándolo a un goce más intenso.

Con un espasmo de la garganta, Gonzalo fue expulsado de la boca de Andrés, quien se dio vuelta y siguió mamando potentemente. Estirado boca abajo y apoyado en sus codos disfrutaba el sabor de la verga y de tenerla sólo para él. Dobló las rodillas y apoyándose en ellas, levantó su culo. Era verano y tenía muy definida la línea del bronceado, dejando sus nalgas en contraste con la oscuridad. Su culo, gordo, inmensamente peludo, se movía en sincronía con su lengua. Gonzalo se escupió los dedos índice y medio y los enterró en Andrés. Éste gimió de sorpresa y siguió chupando.  Las puntas de los dedos estaban en su ano moviéndose suavemente, causándole un agradable placer, cuando cayó fuerte y dura la palma de Gonzalo en una nalga, haciendo eco en la pieza y dejando la marca de su mano, provocando quejidos de placer con el dolor. Volvió a nalguearlo cada vez más fuerte, estimulando al oso para que mamara con más ganas.

Gonzalo agarró ambas nalgas con sus manos, sacó su verga de la boca de Andrés, dejándolo con la lengua afuera, y se ubicó por detrás de él y frente a su culo. Separó las carnes y vio el ano del oso, lo escupió fuerte y pasó su lengua desde la zona perianal hasta el mismo orificio, introduciéndola en él. Volvió a escupirlo y con ansia volvió a comerle el culo, agarrando fuertemente su cadera, quería entrar cada vez más. Su nariz chocaba con el hueso del coxis, su barba le rozaba el escroto, sus bigotes le raspaban las paredes del ano y su lengua hacía un vacío continuo en su cavidad, causando un ruido que Andrés no escuchaba, pero sí sentía en su interior.

Como si emergiera del agua, Gonzalo respiró profundo al salir de Andrés, quien cayó de boca a la cama ahogando un gemido. Pasó sus manos por debajo de sus muslos y le levantó la cola. El oso estiró sus brazos y se apoyó con sus manos en la cama, generando resistencia. Gonzalo tomó un condón y se lo puso. A Andrés le pareció que estuvo más tiempo de lo normal estirando el látex sobre su carne y se preocupó al mismo tiempo que le urgía tenerlo dentro. Vio volar fuera de la cama el pomo de lubricante, luego la sensación de la mano de Gonzalo aplicando el gel, masajeando su ano, introduciendo primero la punta de su dedo, hasta que lo tuvo completamente adentro, acariciando su próstata. Sacó el dedo de un tirón y el oso se estremeció, venía lo bueno, aguantó la respiración y recibió lentamente la verga de su amante. El dolor era tremendo porque aparte de larga era gruesa. Sintió como la panza de Gonzalo se apoyó en su culo y supo que se la había comido entera.

La espalda de Andrés era ancha y tenía un surco profundo en el medio. Gonzalo pudo sentir como se abría el cuerpo del oso al paso de su verga y ver como los vellos de la alfombra que tenía en su espalda se erizaban. Llegó al tope y sacó el pene rápido. Andrés volvió a caer, retorciéndose de dolor. Le susurró “recién comenzamos” y volvió a levantarlo de los muslos. Puso su mano en la cola de Andrés, dejando caer el pulgar entre sus nalgas y tocó el ano del oso, “uff está abierto” dijo y volvió penetrarlo, esta vez arremetió de una y Andrés gritó irguiendo su cuello hacia el techo. Gonzalo estaba dentro de él y no saldría hasta llenarlo.

Las cortinas de la pieza estaban abiertas y ambos podían verse en el reflejo. Andres estaba en cuatro patas, su pecho sobresalía entre sus bíceps, carnoso y fornido, brillante por el sudor; su espalda estaba arqueada y su culo redondo apoyaba el torso de Gonzalo, lampiño y fibroso; sus brazos musculosos afirmándolo de la cadera y su barba brillando por la transpiración. Hacían 25 grados según el termostato a las 5 de la madrugada y los cuerpos comenzaban a arder.

Andrés se había vuelto un objeto masturbatorio. Gonzalo ponía toda su fuerza para penetrar los 105 kilos de oso que empujaba su culo con fuerza hacia él, aferrándose de carne sudada que se le escapaba entre sus dedos. Se sentía en un apogeo de su espíritu de hombre, su cuerpo grande y su verga enorme, más dura que nunca, viendo como entraba en un culo precioso que lo recibía con hambre. Se vio en el reflejo de la ventana, follando a un macho que gritaba como si lo estuvieran matando, y se arregló el pelo con una mano mientras los cuerpos de ambos chocaban frenéticamente. Andrés miró a Gonzalo y mordió los labios, pensó en lo rico que era el hombre que tenía en su cama, dándole tanto gozo a su cuerpo. Sentía la verga completa dentro de él, gruesa y caliente, le dolía al expandirle su ano y le causaba placer llenarse con esa carne, mientras percibía como sus manos lo acariciaban, lo apretaban, lo desgarraban.

Sintió un malestar en su cadera, por lo que hizo una pausa, puso ambas piernas entre de las de Gonzalo e irguió su torso. Dio vuelta su mirada y se topó con la de su amante, estiró su lengua y se besaron. El sudor corría por la cara de ambos, mezclándose con la saliva. Gonzalo agarró el pecho del oso con ambas manos y empezó a penetrarlo suavemente. Andrés sentía como la verga subía por su culo y conforme la velocidad fue aumentando, pudo sentirla golpeando ferozmente su próstata y comenzó a gritar. ¡Qué placer más arrollador! Sentía electricidad corriendo violentamente por su cuerpo. Su amante ahora le agarraba la verga y lo masturbaba con fuerza, aprovechándose de la humedad que había generado, envolviéndolo con la amplitud de su mano en movimientos circulares que abarcaban su glande, tronco y bolas.

Ya no tenía conciencia de lo que pasaba, ya no escuchaba las piernas de Gonzalo chocando contra su culo, ni tampoco la omnipresencia de su cuerpo en él, sólo sentía como se generaba una presión interna, como si inflaran un globo dentro de su cadera hasta que este explotó. Un chorro de semen salió disparado fuera de la cama, luego salió otro con menor fuerza que atajó Gonzalo, junto con el resto de la leche que decantó en su palma, la que devolvió a su verga, apretándola y causándole más dolor que placer. Entre tiritones, y mientras el sudor caía en ríos sobre su cara, terminó de acabar pero Gonzalo aún no. Éste empujó con una palma la espalda del oso que volvió a caer apoyado en sus manos a la cama y lo embistió con fuerza. Andrés volvió su mano, aferrando el brazo de su amante, manchándolo con fluidos. La movió a su torso buscando que bajara la intensidad, pero logró lo contrario: Gonzalo comenzó a follarlo cada más duro hasta que las cosquillas en su escroto comenzaron a subir por el falo y  sintió como su semen llenaba el condón dentro de Andrés, cuyos gemidos habían dejado de ser los de un hombre, si no de un animal.

Andrés cayó lentamente a la cama, Gonzalo gritó levemente al sentir como su verga salía, y se desplomó al lado del oso. Comenzaba a amanecer y el termostato aún marcaba 25 grados.

El Oso Oscuro

Oso de tomo y lomo. Orgulloso y comprometido con la causa BEAR en Chile. En busca de exteriorizar, mediante la literatura, las emociones y los demonios que me visitan a diario. Mis cuentos tienen detalles morbosos y a veces groseros, cosa que me encanta, en contextos de la vida normal. Creo en la belleza fuera de los cánones tradicionales y en la maravilla de los clichés. Mister Oso Chile 2017 – Osos Chilenos.

Deja una respuesta

Botón volver arriba